Relatos sobre Narnia
El peculiar sonido de la máquina de coser se había detenido. La señora Pevensie al fin había terminado de enmendar el chaleco de su hijo el mayor. Habría acabado un poco antes si no se hubiera quedado unos minutos más junto a la cama de su hija menor, Lucy, quien aún necesitaba de su mamá para conciliar el sueño, especialmente los días que Edmund la molestaba.
—Mamá ¿me llevo esto a los estantes? —dijo Susan, su hija mayor, señalando las pilas de ropa que ya había terminado de coser y doblar.
—Ya deberías descansar, hija.
—No puedo conciliar el sueño, aún.
—Entonces llévale esto a tu hermano —dijo, colocando el chaleco de Peter suavemente sobre un par de prendas más.
Susan tomó las prendas con ambas manos y caminó escaleras arriba. Cuando estaba a punto de llegar al último peldaño, Edmund, quien aún no se había vestido para dormir, bajó con paso veloz las escaleras, chocando con el brazo de la niña.
—¡Ten cuidado, Ed! —reprendió su hermana.
El muchacho la miró por encima del hombro pero no dijo nada. Susan llegó hasta la puerta de Peter y tras llamar a la puerta, la abrió sin esperar respuesta.
—¿No dormirás aún? —le preguntó a su hermano, que leía bajo la luz de una pequeña lámpara. Peter interrumpió su lectura para tomar la ropa que traía su hermana, a pesar de que ella ya estaba disponiéndose a acomodarla en los estantes.
—Permíteme hacerlo, Su —dijo Peter. Guardó silencio un momento y luego dijo:
—No dejo de pensar en papá.
—Va a estar bien. Ya verás —sonrió Susan, aunque a juzgar por su expresión, parecía que se lo decía más a sí misma que a su hermano mayor.
—Debí haber ido con él —musitó por lo bajo.
—Bastantes preocupaciones tiene mamá ya —replicó su hermana—. Y nosotros te necesitamos aquí.
El muchacho suspiró al tiempo que cerraba el cajón. Susan se disponía a salir de la habitación cuando de pronto un chillido resonó por todos lados. Susan volteó a mirar a su hermano, quien tenía los ojos abiertos como platos.
—¿Es…? —dejó la frase sin terminar.
A través de la ventana vieron como desde varios puntos de Londres, ya habían luces que apuntaban hacia el cielo, moviéndose lentamente sobre las nubes, en busca de las avionetas. De pronto la primera ola de estallidos sonó a lo lejos. Peter supo de inmediato de qué se trataba. Hasta ahora habían bombardeado otras ciudades del país, principalmente en la costa, pero no Londres.
—Su, ve por una linterna, busca ropa —ordenó el muchacho.
Los niños salieron de la habitación, y él corrió escaleras abajo.
—Edmund, ¡aléjate de ahí! —escuchó decir a la señora Pevensie.
Los retumbos empezaban a sentirse más cerca. El aire se había llenado de una espesa desesperación. Por la ventana que permitía ver hacia el exterior, Peter vio cómo otras casas encendían sus luces.
—¡Peter! —escuchó chillar a su mamá. El muchacho llegó hasta la sala de la casa, donde la señora Pevensie cerraba las cortinas— Peter, llévalo al refugio, ¡ya!
Peter tomó a Edmund del brazo y lo jaló al exterior.
—¡No espera no! —se jaloneó su hermano…
-Jack de Cair Paravel ⚜️
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