Durante la monarquía del Rey Tirian, las criaturas Narnianas y mesti- zos convivían con tranquilidad en pro del reino. Muchos humanos descendientes de los Telmarinos se dedicaban al comercio, así como a la agricultura y pesca.
Arvel era hijo de una pareja de campesinos, vivían al día de sus cultivos que más tarde comercializaban en el pueblo. Arvel tenía 16 años recién cumplidos, era un chico de cabellos negros y ojos grandes de color marrón, de complexión delgada, un gran trabajador y tímido con las doncellas, respetable para sus amigos y aficionado de dar caminatas nocturnas al terminar su jornada laboral.
Una tarde, después de regresar de la cosecha, avisó a sus padres que saldría a dar una de sus caminatas reflexivas. Su madre le cuestionó sobre su aseo personal, a lo que él declinó cortésmente argumentando que se daría un baño en el río cercano a su sendero. Cogió sus ropas y salió mientras la noche caía sobre sus hombros y la luna llena se alzaba sobre él. Caminó hasta llegar al fluyente y calmado cuerpo de agua, al despojarse de sus vestiduras, escuchó como si algo hubiera pesado hubiera sido arrojado al río, giró su cabeza y se percató de que un par de hombres huían de la escena.
Arvel entró al agua y buscó desesperadamente como si su vida dependiera de lo que sea que aquellos sujetos hubieran desechado en el río. Terminó por encontrarse con un baúl pequeño de madera atado con varias rocas pesadas y con una cerradura antigua incapaz de que cualquier llave la abriera. El joven liberó el cofre y rompió la cerradura con mucha dificultad. Dentro había un broche que aparentaba un gran valor, pensó en que los hombres que lo habían tirado cometían un error. «Serán Lores acostumbrados a tantos lujos que lo derrochan así» pensó «Mientras mi familia vive al día, ellos no tienen espacio para otra joya».
Sin embargo, la verdadera razón era que aquella joya había sido hechizada por una bruja. Antes de ser encontrada por Arvel, le perteneció a un joven que seducido por la avaricia hurtó la prenda a una mujer que practicaba la magia oscura y era utilizada para guardar maldiciones. Al enterarse del robo, la bruja condenó
al joven a pasar el resto de sus días como una bestia abominable que atormentaba los parajes cercanos a Archenland.
Arvel se llevó esta joya a casa sin imaginar que le deparaba el mismo destino que el desafortunado propietario anterior. Se levantó a media noche por inercia y atraído por la luz de luna escapó de casa para no volver nunca. Como hombre lobo, atormentó a los pueblos aledaños devastando sus cultivos y hogares.
La noticia llegó a oídos del Rey y éste ordenó su búsqueda al tener a su pueblo aterrorizado. No tardaron mucho, pues cerca de aquel río encontraron el cuerpo de Arvel con un aspecto abominable, cubierto de pelo y garras grotescas. Estaba muerto a causa de rasguños que él mismo se provocó junto a una leyenda escalofriante escrita en un árbol: “Le gustó este juego, me libré de ella pero buscará a alguien más”. Desafortunadamente, aún después de enterrarlo, no dieron con la joya causante de la desgracia.
Unos meses más tarde, se escuchaba la noticia de unos viajeros encontrados muertos en el Gran Desierto hacia Calormen a causa de rasguños y mordidas que aparentaban similaridad con los hallados en el cuerpo de Arvel. La noche en la que habían fallecido también se pudo apreciar una inmensa luna llena en el firmamento.